Cogiendo fuerza,volando alto,surcando el cielo...









Cuando el hielo llamó a la puerta.


Verano del 64. Como todos los veranos, la familia Fernández bajaba a pasar el calor de la ciudad al húmedo pero menos caluroso, Cecina del Campo. 



Pero sin embargo, ella no estaba como todos los veranos, este era diferente. Allí seguía en una esquina del pequeño jardín de losas en el suelo. Altos y espigados troncos de Brasil, verdes helechos de anchas y esbeltas hojas, y enormes jardineras de traviesas de tren, que a duras penas se veían por culpa del gran esplendor de la frondosa y florida madre selva que lo cubría todo. Allí permanecía; seguía preta, congelada y fría, muy fría. Ni el cambiar de estación le hizo despertar de su letargo. Seguía allí, taciturna. Su energía interior no había conseguido proyectar su calor para derretir esa cápsula que la paralizaba. Tal vez los rayos del sol   la calentarían lo suficiente para poder despertar antes de que volviera el invierno...Tal vez.

Mientras tanto... Las demás tortugas, comiendo. Unos pequeños brotes de lechugas y espinacas las hacían salivar de placer.