Las tardes en la ya vieja acequia de las escuelas, viajando entre aguas. Disfrutando de nuestro "Aquapark" particular... olía a humedad, tierra, rizomas.
Las viejas vacaciones con Ramon y Pilarin. Esa mezcolanza de aromas a sal, perreros, azúcar.
Olores a pacas de paja, sisallos, a rio. Aromas de victoria. Fragancias de derrota.
Guardar un aroma y poderlo disfrutar luego, aspirando fuerza a sorbitos. ¿Magico verdad? Imagina una gran estantería de madera, una enorme, llena de baldas y baldas hasta el techo. Millones de botecitos de cristal como con brillantes polvos de hada en su interior. Billones de recuerdos. Cada esencia en su tarrito encerrada, cada una organizada alfabéticamente y con su epitafio rotulado. Somos recuerdos, sensaciones, cadenas de guanina...
Como me encantaría tener un almacén de ratitos cerca mio, escoger un tarrito al azar, abrirlo e inhalar su fragancia hasta desmallarme por sobredosis de placer.